Oí el coro de sus voces bellas,
inhumanas,
llamándome.
Llamaban a la esperanza carmesí,
a la palidez de huellas,
a la noche.
Llamaban al poder del roce agudo,
del acariciar brusco y tibio
de las sombras.
Oí el murmullo de sus uñas verdes,
sus latidos,
al crecer.
Oí la sordidez profunda y bella de sus cánticos,
el gemir púrpura y vibrante
de sus gargantas,
cuando el sol se iba agotando
allá,
en el horizonte.