Realicé este dibujo para ilustrar el relato de Vanity Dust llamado Charly, el lisérgico despertar del niño tabernero, ambos publicados en el número 13 de la flamante y veterana revista Vinalia Trippers, “Duelo al sol”.
Este número de Vinalia está construido en torno al Far West más sucio y rastrero (“más el de Sergio Leone que el de John Ford”, según dice el mismo Vicente Muñoz Álvarez en la introducción); y el texto de Vanity Dust, ambientado en el clásico saloon del oeste americano lleno de abusadores, prostitutas y borrachos miserables, no defrauda el mito. El conjunto constituía un estupendo caldo de cultivo que me dio la oportunidad de hacer lo que más me gusta hacer, esto es, subvertir. En este caso, quise aprovechar esta construcción ficcional de pasado para plantar cara a algunos de los significados jocosos o despreciativos que en el presente real suelen impregnar ciertos conceptos:
– Por una parte, los asociados al travestismo y/o al transgénero.
– Por otra parte, los asociados al erotismo o a la sensualidad protagonizados por mujeres de edad avanzada y/o cuerpos no normativos, erotismo que queda manifiesto mediante la palabra, la gestualidad o la vestimenta de las mismas.
En ambos casos, socialmente se considera que existe una conducta divergente, fuera de lo normal, que sólo se justifica y acepta si está enmarcada dentro de un espectáculo y ofrecida a un público para su divertimento y deleite. De este modo, la extravagancia puede actuar libremente y no hay de qué preocuparse, porque la rareza es graciosa, es entretenida, es ocurrente, es manejable.
En este mundo mediatizado y totalitarista, la divergencia sólo es tolerada si es divertida, complaciente, chispeante, recreativa, momentánea, risible, irrisoria; y, sobre todo, si está circunscrita a unos contextos muy determinados y con un lenguaje muy concreto. Fuera de ellos, se la considera despreciable, bochornosa, ilícita, incluso ofensiva.
Pero la divergencia no existe para animar ni entretener a nadie. Lo que los otros vean en la divergencia no define lo divergente, y mucho menos tiene el derecho de decidir si es legítimo o no.
Haz lo que demonios te haga feliz. Sé lo que demonios seas.